Lydia Cacho
La injusticia y el compromiso social han forjado la carrera y el carácter de Lydia Cacho. Aliada del pueblo y de los derechos humanos, ha combatido la persecución a periodistas, el uso ilegal de la fuerza del Estado y un sinnúmero de crímenes que la han posicionado como una de las líderes de opinión más reconocidas de México.
Comprometida con el rompimiento de las diferencias entre hombres y mujeres en todos los ámbitos, su lucha se centra no sólo en el empoderamiento de la mujer, sino en una estrategia que implica sensibilizar a los hombres. En su publicación número 14, #Ellos Hablan, recoge historias masculinas que comparten la manera en que se construyeron a sí mismos, las influencias en su infancia y su entorno en general.
Palabras contundentes, declaraciones fuertes y osadía dictan su estilo periodístico, mismo que en 2005, con Los Demonios del Edén, desenmascarara una red de pederastìa en la que estaba coludido el empresario Kamel Nacif y el entonces gobernador de Puebla, Mario Marín. Hoy, 14 años después, el Gobierno se disculpa por violar sus derechos humanos.
COMPROMISO INDIVIDUAL CON IMPACTO SOCIAL
Mejores Prácticas: ¿Cómo nace #EllosHablan? ¿De dónde surge la curiosidad por este tipo de temas?
Lydia Cacho: Empecé a hacer entrevistas con chicos víctimas de explotación sexual hace 15 años. Una de las cosas que me llamó la atención profundamente fue la incapacidad de los niños menores para expresar sus emociones frente al abuso. Las niñas, a pesar de que no son
educadas para expresarlo, pedían ayuda más fácilmente. Yo comencé a consultar a pedagogos, especialistas, y claro, caí en cuenta de que la respuesta la tenía yo por mi conocimiento feminista. La discriminación de género no sólo tiene que ver con las mujeres. Es cómo se construyen ambos géneros culturalmente; es cómo los niños van creciendo también con estos límites entre lo que pueden hacer y lo que no pueden hacer. Cómo no solamente construyen la masculinidad hacia afuera, sino también hacia adentro.
Cómo mata sus emociones, cómo va creando una misoginia internalizada, no odiar a las mujeres hacia afuera sino odiar todo lo que él considera femenino en sí mismo, porque va a en contra de lo que te dijeron que debes ser.
MP: ¿Por qué este tema no suele abordarse en México?
LC: Creo que no lo hacemos porque estamos muy atrapados en el discurso de la denuncia. Ya sabemos la cantidad de feminicidios, de violencia. No podemos creer que los hombres se
volvieron machos, los que lo son, por ósmosis. Tiene que ver con una cultura que normaliza estas actitudes y les va confiriendo un nivel de poder brutal. A los hombres los educan para convertirse en <<hombresitos de verdad>> y eso significa que tienen que sacrificar un montón de cosas, como su vida emocional. Al mismo tiempo les ofrecen ciertas ganancias, como una economía mejor, no dedicarse a las labores del hogar y también otras libertades. Hay una recompensa involuntaria a cambio de matar una buena parte de su ser interior cuando son pequeños. Por eso quise ir a la infancia.
MP: ¿Qué sigue tras exponer la problemática?
LC: Sigue un compromiso individual. Un cambio en nuestro discurso y cómo eso lo proyectamos en nuestras relaciones, en los comentarios en redes sociales, porque todos tenemos impacto en los demás y los demás en nosotros. Por ejemplo, me pasó en un diálogo con mis amigos gay. Es increíble cómo reproducen el machismo, cómo las mujeres en el mundo lésbico también. Todo eso se puede discutir en un ambiente empático, comenzar a discutir entre hombres y mujeres. Vivimos en un país profundamente violento en donde lo que
parece que nos interesa es descalificar a una o a la otra. Estuve en una mesa junto a Margarita Zavala y hablamos sobre los movimientos feministas. Por supuesto que voy a disentir en algunas cosas con ella, pero al final las conclusiones son muy parecidas. Esos espacios de diálogo son los que se deben abrir, necesitamos aprender a discutir sin pelear.
MP: Considerando que no se pueden pelear todas las batallas, ¿en cuál te enfocarías?
LC: Todos los días elijo cuál es la batalla que voy a dar. Muchas veces, más de las que la gente piensa, prefiero no subirme al ring ¿sabes? Como mujer, como periodista. Al principio quería estar en todo, pero ahora que tengo cierta credibilidad, me llaman a todos lados. Hubo un momento en que me sentí muy responsable y trataba de estar en todo. De repente dije: <<soy sólo una reportera con responsabilidades las 24 horas, que tiene que comer, dormir,
estar con su pareja>>. Aprendí entonces a elegir mis batallas y también cuándo subirme al ring y cuándo no, incluso si sé que voy a ganar. Y no tiene que ver con el ego, tiene que ver con el conocimiento, con el trabajo detrás, y también con la congruencia. Te metes en lo que estás preparado para dar en todos los sentidos. Si alguien puede dar una batalla mejor que
tú, entonces deja que esa persona se suba al ring. Que el ego no te gane.
MP: ¿Cómo se manifiesta el machismo en las oficinas?
LC: Dentro del periodismo, en las redacciones, es un poco menos, pero aún hay. El uso de apodos, el acoso, hostigamiento, tanto de hombres como de mujeres. Hay un ejemplo que pongo en el libro: entran todos a una junta y llega el jefe hombre y elige a uno al azar que puede ser el más bajito, o algo, y lo humilla frente a todos los demás. Esa humillación sirve para mostrarle a todos quién es el que manda. Eso es machismo puro, es una estratificación del poder. Voy a tener a uno siempre humillado y la humillación que vive él, la puede ejercer con cualquiera.
Eso tiene que ver con algo que se reproduce en la política, y que se reproduce sobre todo en las redes sociales. ¿A quién te sumas, al agredido o al agresor? Pues al agresor, porque es lo que te da poder y no te convierte en víctima. Te sumas a quien tiene más poder, porque a nadie le gusta estar del lado de los oprimidos. Es un pozo oscuro, es horroroso. Mi pleito con mis abogados, hace algunos años, se originó de esto: <<Lydia, si le haces una llamada al procurador resuelves esto.>> Pero no, yo preferí llevar la ruta larga como una persona común y corriente. Aunque me haya llevado 14 años. Eso es lo que tenemos que hacer para que el país sea congruente. ¿Cómo le podemos entrar a la transformación? Desde la congruencia. Si los amigos gay hacen comentarios descalificadores, es importante decirles que es misoginia, porque no se dan cuenta. Invitar a que transformen esa manera de decir las cosas. Van a decirte exagerado, pero es que desde el lenguaje se construye la realidad. Hace cinco siglos era normal decir que la mujer no podía salir de la casa, espero que en el futuro se diga <<Ah, mira, hace dos siglos se dieron cuenta de que lo estaban haciendo mal. >>
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