El aumento de la presencia de las mujeres en la vida económica de los países ha propiciado una segmentación de productos comerciales, partiendo de un sentido de privilegio, pero que sólo ha evidenciado un alza en los precios de bienes y servicios especializados en nosotras.
Los productos dedicados al cuidado personal femenino (toallas sanitarias, lápices labiales, maquillajes, etc.), así como los que se diversifican hacia las mujeres (cremas, desodorantes, shampoos, jabones, etc.), además de servicios como spas y salones de belleza, coinciden en ser más caros que las opciones dirigidas a los hombres, por lo que se ha denominado “impuesto rosa” a todo aquello cuya única diferencia podría radicar en el color.
Cabe destacar que aunque este tema ha suscitado un debate en Estados Unidos y algunos países de Europa desde hace algunos años, en México no se ha abordado de manera crítica.
En Estados Unidos, las mujeres pagan al año mil 300 dólares más que los hombres por artículos similares como ropa, productos para la salud en el hogar y para el cuidado personal. Lo que se contrasta con la brecha salarial evidenciada en el estimado de que por cada dólar que un hombre gana, la mujer recibe sólo 89 centavos.
En el Reino Unido, la mujer paga hasta 37% más, mientras que en España la diferencia de precios es entre el 7 y el 24%, dependiendo del producto. Si bien el fenómeno se conoce desde finales del siglo pasado, este se volvió noticia mundial tras la polémica en Francia entre la tienda Monoprix y el grupo feminista Georgette Sand, que denunciaba que se habían elevado los precios de los productos dirigidos a mujeres.
El tema es por sí mismo delicado y abre el debate sobre las dimensiones de discriminación, incluso se busca reformar este aspecto. Hay quienes respaldan el aumento de sus precios con supuestos estudios de mercado, pero la realidad es que la brecha de precio podría estar centrada en estereotipos de género.
Si a esto le añadimos la disparidad del ingreso entre hombres y mujeres a nivel mundial, el tema se complica aún más y en la actualidad parece estar lejos de resolverse, ya que, por ejemplo, sólo el 4% de las trabajadoras mexicanas ganan más de 13 mil 254 pesos al mes. La mayoría percibe como máximo 5 mil 300 pesos mensuales.
Aunque algunas empresas de cuidado personal, cereales y bebidas ya han estandarizado sus precios, prevalece la denuncia debido a que las marcas ahora han transformado esta segregación de género por un manejo de eufemismos con el que, acompañados de guiños gráficos, buscan disimular la diferenciación sin perder su intención de mercado. Por lo tanto, es complejo ponerle punto final al caso.
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