POR ANA CECILIA VALENZUELA
El odio hacia los demás se ha vuelto socialmente aceptable en los últimos años, separar a los amigos de los enemigos ya es una práctica cotidiana de supervivencia; demostrar que los demás están equivocados por pensar diferente es ahora el principal enfoque de la cultura de odio.
Durante los últimos años, junto con el cambio de la tecnología, el odio pasó a ser parte de la dinámica de una sociedad inmersa en la era digital. Las noticias, las redes sociales y el silenciar pensamientos opuestos han formado parte de este sentimiento, convirtiendo el odio en una emoción intrínseca de la autodefensa, muchas veces injustificada.
Los autores que han escrito sobre el odio están de acuerdo en que es un poderoso fenómeno emocional negativo (Aumer-Ryan y Hatfield, 2007; Royzman et al., 2005; Sternberg,
2003), aunque no todos lo defienden como una emoción. Al odiar, las personas se creen autoritarias y poderosas, generando una cultura de odio que se caracteriza por la intolerancia y la aversión a lo diferente al individuo, a la cultura o a las mismas ideologías.
Según una investigación por la psicóloga Agneta Fischer, el odio implica una evaluación y
juicio de valor de que una persona o grupo es supeditado a la cultura desde la que se mire y
se relaciona con otras emociones negativas como lo es la ira y el desprecio. La ira es cuando el odio involucra a todo individuo y no a un aspecto en particular, y el desprecio es la versión fría del odio, se trata de sentir no merecer atención de los demás.
También, existen niveles de odio y estos pueden pasar de un interpersonal a un intergrupal.
No necesariamente se necesita conocer a las personas para odiarlas, es posible odiar a grupos por lo que representan. El odio hacia los grupos no requiere una conexión personal
con un miembro o una experiencia directa con ellos, basta la mera percepción que se tenga
para crear un sentimiento en torno a lo que representa.
ODIO COLECTIVO
El odio tiene diversas raíces psicológicas, pero cuando se habla de la pertenencia a un grupo
de odio, la aceptación es un factor importante. Gran parte del odio que genera un individuo
o un grupo se basa en el miedo, mencionó el Dr. A.J. Marsden, profesor asistente de psicología
en el Beacon College en Leesburg,
Florida. «Básicamente, miedo a lo desconocido, miedo a lo que pueda suceder
y miedo a cualquier cosa que sea diferente a usted o que esté fuera de su definición de lo que supone que es normal».
Existe un estudio de las prisiones de Philip Zimbardo en la Universidad de Stanford a principios de la década de 1970. El psicólogo aclara que se debería prestar atención a las dinámicas
de grupo y sus roles particulares para entender mejor cómo una persona que puede
parecer razonable, puede comportarse como un monstruo en ciertas circunstancias.
Zimbardo menciona que demonizar a las personas por su mal comportamiento no te lleva
muy lejos en su comprensión. Observar el clima social del que forma parte el individuo, sus factores de presión y expectativas para comportarse de manera particular, ayuda a apreciar el comportamiento individual y grupal.
La teoría de la comparación facial menciona que al observar cómo se comportan las
personas que nos rodean, es una justificación para comportarse de manera similar. La violencia y la agresión pueden aumentar fácilmente cuando ocurren en entornos sociales grandes donde las personas son testigos de cómo otros se comportan agresivamente. También, existe una difusión de responsabilidad en los grupos, ya que los individuos se sienten parte de una secta y se sienten menos responsables de sus acciones individuales.
«El odio solo se combate rechazando su invitación al contagio. Quien pretenda hacerle
frente con más odio ya se ha dejado manipular, aproximándose a eso en lo que quienes odian quieren que nos convirtamos. El odio solo se puede combatir con lo que a ellos se les escapa: la observación atenta, la matización constante y el cuestionamiento de uno mismo», menciona Emcke Carolin, autor del libro Contra el odio.
CULTURA LABORAL TÓXICA
Existe una gran cantidad de malos comportamientos en el trabajo que se justifican cuando se supone que otra persona tiene la culpa. El odio en el lugar de trabajo es malo, tanto como para la moral y la estabilidad emocional de los colaboradores, como para las metas finales
de una organización.
Cuando un colaborador o un grupo de colaboradores son agresivos o abusivos con otros, generan una baja autoestima y reduce su productividad, pero el odio en el lugar de trabajo cae en un espectro y lo insignificante pasa a tener un precio alto en la empresa.
Son los ejecutivos y el departamento de recursos humanos quienes establecen el tono y las normas de comportamiento aceptable. Los directivos deben demostrar una cultura amable y respetuosa desde el inicio de ingreso de cada colaborador a la empresa.
Pero, la amabilidad no solo tiene que venir desde los directivos, todos deben formar parte de la solución a la cultura laboral tóxica y desempeñar un papel en cambiarla.
El problema con la cultura laboral tóxica es que esta situación puede ser la ideal para un colaborador pero el infierno para otro. Si bien, cada ambiente y cultura laboral son distintas, las reglas y normas cambian en cada industria y en cada empresa pero sin duda, si existe una cultura laboral positiva, los colaboradores atraerán un trato positivo hacia los demás.
Las verdades del odio: Existen verdades interpersonales universales, útiles para tratar situaciones donde el odio es parte de la relación:
Reducción del odio. Cuando los colaboradores alcancen el objetivo de eliminar el odio, deberán recordar que la cultura de la comunidad laboral o el líder, elaboran guías
específicas para la liberación constructiva del odio. En algunos casos, mitigan el comportamiento emocional y lo mantienen dentro de los límites.
Confianza. Es la garantía de que el líder o un subgrupo de la comunidad laboral, se comporte de manera consciente con todos los interesados de manera que otros colaboradores confíen lo suficiente como para asegurarse de un buen comportamiento en el futuro.
limitaciones de los colaboradores y asignan tareas en las que saben que ellos pueden trabajar de manera correcta de acuerdo a los planes y metas de la empresa. Conocimiento y conciencia del poder de las emociones.
El autogobierno, el control de los sentimientos y las disposiciones personales son cruciales para minimizar las actividades relacionadas con el odio. Los líderes deben enseñar los valores del grupo y luego actuar consistentemente para apoyar el principio de autogobierno.
Cuidado genuino. El líder debe fomentar un clima de trabajo donde el cuidado mutuo sea una prioridad. El cuidado incluye acciones que demuestran preocupación por los colegas del trabajo y que ayuden a sus necesidades personales y profesionales.
Administración. Los colaboradores deben ser entrenados para considerar los bienes de la comunidad laboral y los activos de la comunidad en términos de prioridad, luego la destrucción o daños a sí mismos u otros a través del odio, ya que se considera maltrato de los bienes personales de un individuo.
EL ODIO DIGITAL
El Internet y las redes sociales juegan un gran papel en la proliferación del discurso de odio.
Las redes sociales se centran en las prácticas culturales del odio digital, debido a que todos
pueden convertirse en jueces y comentaristas. Esta dinámica virtual ha generado incluso
una ansiedad por querer responder a toda opinión, por querer validarse mejor que los demás, creerse expertos y generar información falsa con tal de destacar.
Hoy en día, el nuevo poder de la prensa ha llevado a que los lectores aporten su participación personal. Las redes sociales juegan un papel importante en la política nacional e internacional. Los comentaristas e investigadores en las redes sociales elogian la capacidad para igualar el campo de juego político, dando voz a grupos marginales y actores.
La cultura de odio representa el lado oscuro del poder democratizador de las redes sociales. En la nueva cultura de medios, los empresarios anónimos pueden llegar a audiencias
masivas con poco control de calidad, las posibilidades para aquellos que compiten por convertirse en celebridades digitales es exponencial, pero las posibilidades para las malas
prácticas, como difundir juicios odiosos y violentos, con poca evidencia, experiencia o conocimiento, son infinitas. «La cultura de odio digital tiene el propósito político de cambiar las normas culturales y dar forma al debate público, lo que ha creado un espacio para que los usuarios formen alianzas contingentes para debatir la cultura política y aportar
su ideología en nuevos espacios. La cultura de odio está unida por una política compartida
de negación contra el liberalismo, igualitarismo y la corrección política, más que cualquier
otra ideología consistente».
(Ganesh, B. (2018). The Ungovernability of Digital Hate Culture. Columbia SIPA).
Se puede trabajar para detener esta situación observando más de cerca las acciones diarias y evaluar si estas generan un impacto perjudicial en los demás. Se recomienda
abstenerse de publicar o compartir material de odio en línea con la conciencia de que no por ser virtual es menos dañino que si fuera real.
El método CARE creado por la Dra. Michele Borba explica cómo abordar la publicación
en línea con mayor empatía y compasión.
C = Llamar la atención a la indiferencia. Si notaste un comentario ofensivo en la publicación de alguien y si fue hecho por ti, hablar al respecto.
A = Evaluar cómo la indiferencia afecta a los demás.
R = Reparar el daño y requerir reparación. Disculparse con la persona afectada y tratar, si se puede, eliminar el daño.
E = Decepción y expectativas de cuidado del estrés. Todos somos humanos y vamos a cometer errores, lo que aprendemos de ellos es lo que importa.
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