«El fracaso es crecer como persona, pues necesitas desarrollar muchas habilidades para lograr el éxito esperado en un negocio. Debes estar consciente que vas a equivocarte muchas veces, pero hay que aprender de cada error par llegar a donde quieres», comentó Jesús Zepeda, coordinador de Fuck Up Nights Guadalajara, proyecto que se ejecuta en más de 80 países y 300 ciudades.
Los riesgos a la hora de emprender son sabidos de antemano.; sea cual sea el proyecto que se emprenda, el fracaso siempre ronda sobre nosotros.
Toda idea conlleva riesgos, pero es importante no dejar que el temor nos anude las manos y nos evite actuar; eso sería ya un fracaso anticipado. Será difícil, pero hundirse en la zozobra del fracaso anticipado no permite que observemos las posibilidades de que un proyecto innovador pueda echarse a andar.
Más aún, el fracaso de los proyectos nos ayudan a generar herramientas para que, en otros proyectos, no cometamos los mismos errores. Se puede tomar la frustración ante la derrota como un aliciente de superación, ya que ayuda al desarrollo de las habilidades necesarias para lograr un negocio próspero. Identificar los aciertos nos acerca a crear las condiciones adecuadas para que un proyecto vea la luz.
El fracaso, si bien a los ojos de los otros puede significar una derrota, está en manos de quien emprende resignificar y valorar los aprendizajes que devienen de él.
Fracasar es mejor que no haberlo intentado, siempre y cuando se mida proceso y resultado para obtener indicadores perfectibles.
Es importante dimensionar, en primera instancia, las condiciones en las que es posible ejecutar una idea y las condiciones en las que se inserta el proyecto, así como las opciones que existen en caso de que todo salga mal.
Dimensionando esto, el error es el mejor de los maestros para los negocios. El fracaso no pasa desapercibido por la Cámara de Diputados, pues tras la reforma a la Ley General de Sociedades Mercantiles, tanto la creación de micros y pequeñas empresas, como su regularización —bajo la denominación de Sociedad de Acciones Simplificadas (SAS)—, se da de manera efectiva en 24 horas y ayuda a que haya más empresas, lo que propicia dinamismo económico.
Aunque en términos legales actualmente es más fácil emprender en México, según datos del Centro para el Desarrollo de la Competitividad Empresarial, el 90% de pequeñas y medianas empresas no logran mantenerse en el mercado por más de 5 años, mientras que el 75% cierra sin haber llegado a los primeros dos.
Aunque el éxito o el fracaso de un proyecto está determinado por múltiples factores, es en los indicadores financieros donde radica la clave de la mejora continua.
Ante la inquietud de revalorar los fracasos, nació el movimiento global Fuck Up Nights, con el que se celebra el fracaso como motor de mejora continua. Primero como una serie de reuniones mensuales entre amigos para compartir sus experiencias de emprendimiento hasta escalar a un fenómeno que traspasó fronteras y hoy tiene presencia en los 5 continentes. Su dinámica abona a la profesionalización en los negocios.
DE ACUERDO AL INSTITUTO DEL FRACASO, HAY 5 PROBLEMAS QUE AQUEJAN AL EMPRENDEDOR:
1. Ingresos insuficientes para subsistir.
2. Falta de indicadores.
3. Falta de proceso de análisis.
4. Planeación deficiente.
5. Problemas en la ejecución.
Al encontrarse con cualquiera de los problemas antes mencionados, el emprendedor se enfrenta además con la disyuntiva de seguir siendo optimista y esperar (lo que implica el riesgo de perder más dinero y tiempo) o rendirse y darlo por terminado (lo que implica sentirse derrotado).
Las posturas extremistas no dan buenos resultados. El equilibro entre la aceptación del fracaso y lo que se realizó de manera adecuada, es un campo de cultivo para una mejora sustancial de los elementos aplicables a un proyecto posterior.
La cultura del éxito paulatinamente ha dejado de ver al fracaso como una derrota rotunda y comienza a visualizarlo como generador de áreas de oportunidad, ya que la experiencia obtenida en esos casos permite desarrollar capacidades tanto organizativas como ejecutivas. Es decir, el fracaso bien entendido puede ser la llave que nos lleve al éxito.
REPLANTEAR EL CAMINO
Más de 3 mil entrevistados reconocieron que al equivocarse afianzaron su vocación o encontraron nuevas vías para la satisfacción personal y profesional. La mayoría decidió trabajar para alguien más, pero con la intención de crear un nuevo negocio.
La segunda respuesta más popular se centró en apostarle a la creación de un negocio en otro sector. Menos de la mitad admitieron cambiarse de sector. Una tercera parte optó por trabajar para alguien más, descartando la posibilidad de emprender nuevamente.
Fueron pocos los que reconocieron necesitar profesionalización para perfeccionar sus capacidades empresariales. Celebrar el fracaso impacta también la percepción social, pues poco a poco se ha reestructurado la opinión ante las caídas empresariales y han pasado de verse como mediocridad a reconocerse como intentos válidos y pertinentes.
La clave es ser honestos a nivel personal, pues este primer eslabón será crucial en la cadena de decisiones posteriores a los malos resultados. No hay que olvidar que todos los grandes empresarios tuvieron alguna vez un escenario adverso, pues no se trata de cuántas veces caigas, sino de la resiliencia para superarse a uno mismo.
LA ILUSIÓN DEL FRACASO
Nadie emprende esperando fracasar y todo proyecto nace envuelto de un intenso optimismo, pero un optimismo exacerbado nos puede nublar la vista. Las decisiones deben ser tomadas con base en los indicadores contables y financieros, los cuales nos ofrecen un panorama realista sobre el entorno.
Un ejemplo a este respecto es Webvan, una empresa prometedora que en 2001 se declaró en quiebra por haber hecho proyecciones insostenibles para el apenas naciente mercado de compras por Internet.
El excesivo optimismo en el proyecto llevó a los dirigentes de la empresa a realizar inversiones no equivalentes con la generación de ingresos, haciendo el proyecto insostenible. Si bien era una empresa innovadora, aún no era su tiempo; es por eso que este ejemplo remarca la importancia de los estudios de mercado y la viabilidad de los proyectos a emprender.
Hablar de fracaso no es sólo hablar de errores. Un balance de lo que se hace de manera correcta y de lo que no, nos ayuda a retomar el rumbo y a hacer planteamientos más sensatos en proyectos posteriores.
Disminuir los éxitos, no nos permite entender los fracasos, por lo que una vez que el proyecto se cae, es importante revisar todos los detalles para saber qué fue lo que se hizo de manera correcta y cuáles fueron los errores.
Esta dinámica nos alienta a distinguir de manera fehaciente las actividades que realizamos para que podamos aplicar las estrategias funcionales en proyectos posteriores y evitar aquellas que resultaron negativas.
Este ejercicio nos permite tanto atenuar el ego, como mantener el optimismo en futuros proyectos.
Tomar la decisión de soltar un proyecto provoca un mal sabor de boca. Es importante tener en mente que es mejor ser honestos con nosotros mismos que engañarnos y llegar a circunstancias más adversas.
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