Aunque la oralidad ha sido una constante en su vida, para Susana Corcuera la palabra escrita resulta poderosa porque permite a la raza humana descorporalizar las ideas y compartirlas fácilmente.
En Como si no existieras, su más reciente novela, está presente esta dicotomía entre lo oral y lo escrito, pero también entre la leyenda y el registro; entre los recuerdos y la verdad. Con formación como etnohistoriadora por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), para la también escritora resulta sencillo escribir diálogos fluidos pues, además de sus estudios, el universo rural como el que narra en su más reciente publicación, no le resulta ajeno: <<Como también me dedico al campo, he tenido relación con ese mundo.>>
Esto también le dio otra ventaja: se le facilita escribir en voz masculina. <<Creo que se me facilita escribir en voz de hombre porque he vivido en un mundo muy masculino. Puede que esté equivocada, pero cuando he dado clases me he topado con un fenómeno curioso: he notado que a los hombres les cuesta menos trabajo escribir en voz de mujer, que a las mujeres en voz de hombre.>>
La autora compartió que pensaba que la situación sería al revés, por esta creencia casi cliché de que las mujeres sí entienden a los hombres pero los hombres se quedan perplejos ante las mujeres. <<Cuando he hecho ese ejercicio con mis alumnos me he dado cuenta de que en lo absoluto, los hombres sí conocen bien a las mujeres, pueden imitar su voz con mucha facilidad. Conozco a muchos escritores que escriben muy bien en voz de mujer y no tantas escritoras que escriban bien en voz de hombre.>>
Las hermanas Catalina y Eugenia llevan la historia, pero con la llegada de Joaquín es que avanza la trama y se desvelan los secretos de un pasado que se recuerda a medias, una historia cuya incompletud es la máscara que ha permitido ser a los habitantes de la hacienda de Colutla.
En la novela están en conflicto el mundo de afuera y el interno, ¿crees que esto es algo más
latinoamericano o es simplemente humano?
Si leemos el ensayo de las máscaras de Octavio Paz, podríamos pensar que sí es algo muy latinoamericano y muy mexicano, pero creo que en todas las culturas, para sobrevivir, nos tenemos que poner ciertas máscaras. Yo creo que eso es totalmente humano: para sobrevivir nos vamos haciendo capitas.
¿Escribir esta historia puso tus propias relaciones filiales en perspectiva?
Como si no existieras no es una novela autobiográfica, ni habla de la relación que tengo con alguna de mis hermanas, pero creo que sí toca puntos comunes a la mayoría de las relaciones entre hermanos: uno de ellos es que siempre hay un poco de celos, pero siempre hay una parte de amor incondicional… incluso en familias que parece que se odian creo que siempre hay un hilito rescatable.
Te interesa la historia en mayúsculas, ¿influyó tu formación académica en la forma en cómo
construiste la novela?
Muchísimo, porque gracias a los estudios de etnohistoria pude crear a Joaquín, el antropólogo. Me fue fácil formarlo porque conozco la manera en que preguntan y me metí en su forma de ser con mucha facilidad, creo que es con el personaje que más me identifico. Además, siempre he querido hacer un estudio como el que él fue a hacer a este lugar de Santa Úrsula, que es la relación entre la violencia y las leyendas del lugar, no lo he hecho pero ya en este libro hice un esbozo, aunque sea muy por encima.
Es una novela muy cercana en algunos elementos al boom latinoamericano, ¿crees que la etiqueta de realismo mágico sería adecuada?
Esta novela no podría suceder en otro lugar que no fuera Latinoamérica, pero realismo mágico no creo que haya; hay leyendas e historias de animales raros, como el tilcuate, pero no entran en el realismo mágico, según yo.
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