POR AYARI PÉREZ PÉREZ Y LUIS ALFONSO PÉREZ ROMERO
Hoy en día son más las calificadoras e iniciativas internacionales que exigen el cumplimiento a criterios ambientales, sociales y de buen gobierno corporativo (ASG). Siendo parte importante en la rendición de cuentas hacia los accionistas e inversionistas de capital.
El hecho de que grandes corporativos estén alineando sus estrategias de negocio con criterios ASG, es debido a la creciente exigencia que el mercado está ejerciendo sobre las empresas, independientemente de su sector sobre la implementación de estos temas. Dicho esto, es más fácil contar con bonos y financiación de grandes inversionistas para la solvencia del negocio, si este puede demostrar la gestión e implementación de los criterios ASG dentro
de las operaciones y funciones de la empresa u organización.
Por ende, la alta gerencia de las organizaciones hoy en día tiene el reto de integrar la RSE, la Sostenibilidad, la Ética Empresarial y la Gobernanza o Gobierno Corporativo, para construir una corresponsabilidad con su entorno interno y externo mediante procesos de innovación en ambientes de incertidumbre, ya que la constante en el Sector Empresarial es el cambio y estos temas están dejando de ser voluntarios para convertirse en el nuevo «business as usual».
Las empresas en 2022 ante el reto de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible 2030 (Agenda ODS-2030) y la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), deben enfocarse en la triple hélice (Elkington J., 1997), donde se integran las partes económica, social y ambiental, con diversos grupos de interés a los que se debe entregar cuentas del desempeño empresarial ante el medio ambiente, el desarrollo social y ante los accionistas, quienes buscan mejor retorno de su inversión. Keith David, en 1960, se planteó la siguiente pregunta:
¿Pueden los negocios ignorar la RSE?; la RSE está en función de su impacto en la sociedad, dando pie al pensamiento de Milton Friedman 1970, en resaltar que la responsabilidad de la alta gerencia dentro de las empresas es aumentar los beneficios económicos de los accionistas con ciertas actividades altruistas, filantrópicas con donaciones y/o asistencialismo temporal sin afectar la economía empresarial; para la empresa Johnson en 1971, la RSE debe integrar a la sociedad en su plan de negocio con la siguiente visión conceptual: conocer el entorno social en donde se realizan los negocios, realizar actividades de RSE orientadas con la ganancia de la empresa y definir los grupos de interés con enfoque monetizado para generar riqueza.
Peter Drucker, para 1984, hace énfasis en que las empresas deben convertir la RSE en oportunidades de negocios. Gro Harlem Brundtland, en 1987, con el informe de la ONU para construir un mundo mejor, propone explotar los recursos naturales de manera sustentable para preservar el medio ambiente y dejar un mundo mejor para los que vienen, afectando sin duda alguna el enfoque de los gerentes de las empresas para replantear la adquisición de materia prima, mejorar los procesos de producción que lleven a generar productos amigables con el medio ambiente y poder mitigar el daño hacia el ecosistema. Donna Wood, en 1991, propone el modelo que lleva su nombre, integrando el concepto de grupos de interés (Stakeholders) para enfrentar los problemas ambientales y sociales de manera corresponsable con principios de RSE, proceso de receptividad social empresarial y resultados del comportamiento empresarial ante los accionistas, el medio ambiente y la comunidad.
Para 1993, de nuevo Peter Drucker, reafirma la integración de los grupos de interés en la RSE, se resaltan las funciones filantrópicas del Sector Empresarial, las cuales no eran suficiente para mitigar los problemas sociales y ambientales que el Estado debe enfrentar, preguntándose en dónde queda la corresponsabilidad de las empresas ante el deterioro del medio ambiente y social de los espacios cohabitados. Elkington J., en 1997, crea el concepto de la triple cuenta de resultados en lo económico, social y ambiental, dando inicio al enfoque de clientes internos y externos de toda empresa a los que se les debe rendir cuentas, por lo que la empresa ya no tiene solo una función económica, sino la integración de lo ambiental y social en el modelo económico.
La ONU en 1997 presenta el primer Informe de Perspectivas del Medio Ambiente Mundial, en busca de un planeta sano con población sana, siendo un preámbulo para los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM) de 1999, para que las empresas integren la dimensión laboral, derechos humanos, medidas anticorrupción y medioambientales en la misión, visión y objetivos empresariales, mejorando las condiciones de los trabajadores y producción ética de productos y servicios.
Para ese mismo año, la Comisión Europea, publica el libro verde como guía para la integración voluntaria de los problemas sociales, ambientales y los grupos de interés en el quehacer de las empresas, bajo un enfoque de corresponsabilidad.
En el 2006, se publica en España el Libro Blanco, actualizando la definición del libro verde como gestión de los impactos económicos, sociales y medioambientales que genera una empresa en la sociedad. En ese mismo 2006, nace en los Estados Unidos, el Sistema B, como certificado empresarial de empresas que pueden solucionar los problemas sociales y ambientales con sus productos y servicios. Michael Porte y Kramer, para el 2010, nos comparten la co–creación de valor y valor compartido para hacer frente a los retos medioambientales y sociales.
Para ese mismo año nace la ISO 26000, de carácter voluntario y se define como medio de reporte de la RSE a nivel global. En la Reunión de la Cumbre de Río, nace la idea de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) en sustitución de los Objetivos del Milenio (OM).
En ese mismo 2012, Chile crea Sistema B, afiliada a B–Corporation de los Estados Unidos y para el 2015, la ONU, hace pública la Agenda de los ODS 2030, los cuales han estado en la etapa de divulgación y el cómo implementar los 17 objetivos, con las 169 metas y 234 indicadores, para el logro del bienestar de las empresas, la comunidad y las naciones. México crea la filial de Sistema B, y ya existe un gran número de empresas buscando la certificación B.
En los últimos 10 años se ha incrementado de manera exponencial la presencia de organizaciones que ayudan a la certificación y/o reconocimiento en RSE y Sostenibilidad, con resultados positivos para las empresas que han logrado incrementar su productividad, imagen institucional, posicionamiento en el mercado e incremento en ventas.
En estos 20 años como empresa consultora en el medio, nos percatamos del déficit que tienen las empresas en México y Latinoamérica con respecto a las buenas prácticas de Gobierno Corporativo, las cuales de contar con ellas se fortalecen las operaciones y crecimiento del negocio de manera sostenible en el tiempo. Y es desde el Gobierno Corporativo en donde la integración de los criterios ASG como parte de la gobernanza genera empresas y organizaciones sólidas a la vanguardia en cuanto a las tendencias internacionales del desempeño empresarial.
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